.
.
.
Siempre recordaré la primera vez que vi un Gigante.
.
Los Gigantes se distinguen de los demás porque son respetados sin exigir respeto, son temidos sin proferir amenazas, son obedecidos sin dar una orden, son queridos sin mostrarse complacientes, son célebres sin tratar de serlo y conocen cuánto les rodea, personas y cosas, sin hacer una pregunta.
.
Cuando alguien contraría la voluntad de un Gigante, todos perciben, casi a un nivel inconsciente, que todo va a salir mal. Por ello, la voluntad de un Gigante es sagrada para todos, pues a todos beneficia. Nadie reconocería lo que hace por un Gigante, pues no es un cargo al que respetar u obedecer en público sino una presencia de inevitable peso entre las almas de quienes lo rodean a la que complacer en privado.
.
Todo el mundo sabe, aunque nadie lo diga en alto, quién es un Gigante y quién no. También se sabe quién es un patán venido a más. Todo el mundo sabe, aunque nadie lo reconozca, cuánto puede perderse si el Gigante no está satisfecho. En todo grupo social, se desee o no, existe una discreta jerarquía que doblega inexorablemente al vulgo ante el Gigante. El Gigante tiene poder sobre todos. Nadie le pide consejo pero todos saben que es el más sabio. El Gigante no tiene que emitir palabras para dar consejo. Su presencia hace crepitar el aire cuando está cerca.
.
.
Siempre recordaré la primera vez que vi un Gigante.
.
.
Dabo
[ Känzer Zyesio ]